Parece imposible hablar de Novela Hispanoamericana del Siglo XX sin entrar en el ámbito más o menos amplio de novelas de dictador y su análogo y antagonista, la novela testimonial que como se sabe, se puede adjudicar a un número bastante extenso de obras que nacen de la necesidad de realizar un esfuerzo por ofrecer una versión alternativa de las versiones oficiales de políticos e historiadores y de las condiciones de todos aquellos involucrados y de una forma u otra afectados por las dictaduras, las guerrillas, guerras, persecuciones políticas, la desigualdad y/o por la violación de sus derechos.
Como característica común al género testimonial reconocemos en la mayoría de los casos historias personales que se han dado a conocer gracias a un «intermediario», bien sea un escritor, periodista, sociólogo o historiador, el cual transcribe de forma directa o indirecta el relato contado oralmente por la persona afectada. Así por ejemplo en el caso de Elena Poniatowska en Hasta no verte más, Jesús mío. En otros casos, el autor crea una voz narrativa en primera persona, que a modo similar al de la biografía, ha vivido o vive el relato de forma directa, como es el caso de La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes o de María Luisa Bombal en La amortajada, novelas que se construyen con una estructura muy similar ya que ambas parten del momento de la muerte del protagonista para reconstruir sus pasados con la única ayuda de la memoria. Aparece pues un elemento fundamental en la edificación de la novela testimonial: la memoria, germen de la palabra escrita que no puede ser ya omitida ni olvidada.
La memoria configura la historia, le da vida, la forma y la hace subjetiva por cuanto el narrador siempre selecciona episodios, historias, fragmentos de vida que considera más o menos relevantes, y por cuanto, su visión es única y por lo tanto, no hay lugar para el perspectivismo ya que la memoria no da cabida más que para una voz narrativa que nos muestra sólo el lado de la realidad del personaje al que seguimos. Tenemos pues que confrontar dos conceptos fundamentales como ya hemos dicho, la memoria colectiva, que responde al canon histórico y social que todos conocen y que en general es aceptado por todos como hecho verdadero; y por otro lado, la memoria individual, que nos llega de la mano del testimonio.
Housková da una definición de testimonio bastante acertado en ciertos aspectos: (…).
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