“El acto se entiende en dos sentidos: como ciencia o como contemplación. Es evidente que el alma es acto en el sentido de la ciencia, porque por la posesión del alma nos sentimos, tanto en el sueño como en la vigilia. La vigilia corresponde a la contemplación; el sueño, al hecho de poseer la ciencia, pero sin pensarla actualmente”. Aristóteles, Metafísica.
Introducción.
Más allá de las ligeras o complicadas elucubraciones a las que nos somete la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, o de los irreconciliables misterios que podemos vislumbrar o intuir a través de cada uno de sus escritos; más allá de la notable destreza que la monja demuestra a la hora de transcribir al papel sus pensamientos, y de su control de las formas métricas, estilos poéticos y lenguaje, se encuentra lo que ella misma llamó un “papelillo”, que por más, afirma ser el único que escribió por voluntad propia y no por encargo, en el que se condensan de modo magistral sus conocimientos teológicos, filosóficos, humanísticos además del buen hacer poético. Con estos elementos, nos enfrentamos a uno de los que posiblemente pueden ser considerado más complejos textos, no sólo de su época, sino de la literatura en Méjico y prácticamente en español.
Poco son los lectores que pueden llegar a descifrar los entrincados caminos que fluctúan dentro del poema, y quien lo intenta, sabe que se enfrenta a un compendio de saberes que recogen los ámbitos más variados tal y como se entendía en el Barroco el conocimiento humano, es decir, lo humanístico. Desde referencias mitológicas exhaustivamente escogidas, hasta la filosofía tomística pasando por las principales corrientes filosóficas hasta el siglo XVII, Sor Juana nos pone al pie de un precipicio que se abre dentro de ella misma en el texto: el misterio del conocimiento humano, la Verdad, con mayúscula, que se esconde tras lo trascendente y lo divino. ¿Puede el hombre abarcar todo conocimiento? Esa es la respuesta que, como veremos, trata de alcanzar la bien llamada, décima musa.
Para comenzar, quisiéramos hacer una breve reflexión sobre el título mismo del poema, Primero Sueño. Como más adelante veremos, este título nos lleva directamente al pensamiento aristotélico en cuanto a que el sueño es una forma de conocimiento del mundo más allá de los sentidos. No cabe duda por otro lado, de que Sor Juana está manifestando un claro eco de Garcilaso en el mismo.
El Sueño, que presenta una perfecta estructura, puede dividirse en determinados momentos fundamentales en los que se describen diferentes elementos que ayudan a la comprensión del entendimiento y el alma. En primer lugar, cae la noche (lo femenino, lo oscuro, representa lo pasivo, lo inconsciente) y se apodera de la luz dando lugar a las tinieblas, a las dudas…
A continuación, el sueño se apodera de todo y todos, el mar y sus habitantes, la tierra, los animales y los hombres. El alma humana entonces también encuentra su momento de paz, liberada de lo “exterior” y lo “material”. Lo imaginativo y lo intelectual pasan entonces a un primer plano y se produce el “vuelo” hacia el sueño: las pirámides – “montañas artificiales” como las califica Sor Juana-, primer momento de ese viaje cósmico, puestas en relación con las montañas, son un clara representación de la ambición humana por cuanto suponen un desafío a la divinidad como creadora.
Es desde ese lugar, la cumbre de esas montañas artificiales, desde donde el alma pretende abarcarlo todo, mirar todo lo creado, y en ese momento se rinde a lo evidente, la imposibilidad del alma de aprehender dicha totalidad “inconmensurable”. Sin embargo, es el Entendimiento quien se ve vencido, no el ojo, que se fija en el Sol, y es así como alcanza la visión del Universo. Comienza aquí una progresión del entendimiento hacia el conocimiento de los diversos componentes del universo y del mundo según un orden estructurado: desde los seres inanimados hasta Dios, estableciendo un jerarquía entre lo mineral, lo vegetal, lo bruto (animal), el hombre, los ángeles y por último, Dios.
Así es como, en el vano intento de conocer uno a uno los elementos de la naturaleza, de la vida, del cosmos, como el entendimiento se retira y huye vencido y la razón asombrada sin poder ninguno de ellos abarcar dicha totalidad. Entre los esfuerzos de la Razón y el Entendimiento y el esfuerzo de ambos, al fin amanece y el Sol disipa poco a poco los “fantasmas” de la noche para dar lugar a la luz diurna.
La filosofía y el pensamiento teológico del Primero Sueño.
No cabe duda de que Sor Juana era una gran teóloga cuyos argumentos demostró ampliamente a lo largo de su vida y sus textos, estar a la altura de los más grandes padres de la Iglesia. Como conocedora de los grandes filósofos cristianos y de la antigüedad greco-latina, el Sueño le permite poner en marcha un compendio de teorías que se conectan entre sí dando lugar a una cosmogonía cristiana que parte, como veremos algo más adelante del mismo Santo Tomás y su esfuerzo por aunar platonismo, cristianismo y aristotelismo.
El poema de la décima musa nos lleva a una profunda reflexión sobre el ser humano, sobre el quehacer del hombre y cómo trasciende su alma a lo divino.
El sueño todo, en fin, lo poseía;
todo, en fin, el silencio lo ocupaba:
aun el ladrón dormía;
aun el amante no se desvelaba. vv. 147-150
Como decíamos al comienzo, para Aristóteles el sueño facilita la libertad del alma que se libera de lo terreno y lo material. La vigilia pertenece a la contemplación, y el sueño, por lo tanto, a la ciencia. Es éste el pilar en el que se funda el sueño de Sor Juana, la liberación del alma en el dormir, permite penetrar en el ciencia, el conocimiento de lo humano y lo divino.
(…).
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