No cabe la menor duda de que desde el momento mismo en que Colón comenzó su periplo en España en busca del apoyo de los Reyes Católicos, comenzó el discurso que propiciaría la creación e invención de las tierras ahora conocidas como América. Independientemente de las muchas polémicas en torno a los conocimientos de Colón y sus intenciones, es innegable el hecho de que el comandante supo manejar a través del discurso retórico e ideológico la situación para conseguir la ayuda económica y logística que sus Majestades podían brindarle.

De ese modo, el Diario de Colón inicia una serie de crónicas y relatos relacionados con la Conquista y el Descubrimiento de América de manos de aquellos soldados, marineros, capitanes, eclesiásticos y administradores que presenciaron in situ y protagonizaron el encuentro con la nueva realidad americana que desbordaba ampliamente la capacidad expresiva y descriptiva del español. Se crean pues nuevos códigos con que transmitir los hechos que se deslindan del choque con América y su nuevo mundo. 

Es obvio que para todos estos cronistas la importancia de la palabra escrita es un factor fundamental a la hora de narrar, de transcribir sus hazañas. La importancia de las crónicas durante el proceso de descubrimiento y conquista del territorio americano, se pone claramente de manifiesto en el aluvión de textos que llegan desde tierras de ultramar a los Reyes Católicos. No hay que olvidar, que más allá de la obligación legal y contractual de determinados grupos a dar cuenta de los hechos acontecidos durante su viaje, como administradores, capitanes y conquistadores, muchos otros de los participantes y asistentes sentían la necesidad de fijar un testimonio escrito que les permitiera en un futuro próximo alcanzar mayores privilegios y prebendas de la Corona.

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